¿CÓMO PROVOCAR UNA FUGA DE CEREBROS?


La profesora Gayle Allard es una de las voces más brillantes en materia y análisis económico a nivel internacional. Su análisis del mercado laboral español es de vital importancia para el colectivo de los jóvenes y particularmente para los arquitectos. Ante  tópicos tales como "la economía son ciclos y todo se arregla" el análisis riguroso de Gayle Allard nos posibilita mirar hacia el futuro y entender qué es lo que está pasando con mayor sensatez.



La difícil situación de los jóvenes en el mundo en general se ha complicado aún más a consecuencia de lo que ahora se denomina “gran recesión”. Pero hay pocos lugares en los que sea más difícil que en España; y podría tener graves consecuencias para el futuro del país.


Las tasas de paro de los jóvenes españoles son las más altas de Europa: el 35% de los jóvenes entre 16 y 24 años. Para el grupo entre 16 y 19 años es del 58% y para el de 20-24 del 35%. España también es uno de los países en los que los jóvenes tienen menos probabilidades de encontrar un empleo seguro. La tasa de trabajo temporal es elevada en general, pero es especialmente preocupante en el caso de los jóvenes: no ha bajado del 50% en más de dos décadas. Una amplia proporción de jóvenes se pasa años en trabajos temporales antes de conseguir un puesto fijo.
Por último, cuando hablamos de los ingresos, los jóvenes españoles también se enfrentan a graves problemas. La diferencia entre los ingresos de los jóvenes y los sueldos de sus padres es una de las más grandes de la OCDE.  Los conocidos como “mileuristas” ganan menos de la mitad de lo que gana el segmento de edad “prejubilación” en España.
¿Cuáles son las razones para estos resultados sombríos del mercado laboral para los jóvenes españoles? ¿Cómo puede la generación con mayor nivel educativo de la historia de España afrontar estas dificultades encontrando un trabajo estable y bien pagado?
Aparte de la recesión, existen tres instituciones en España que se alían para que los buenos trabajos se les escapen a los jóvenes. Una son los elevados costes de despido que se exigen a las empresas, que solo se aplican a los contratos fijos. Estos costes ofrecen a las empresas incentivos para firmar contratos temporales en lugar de fijos a los trabajadores con menos experiencia y más desfavorecidos (los jóvenes, las mujeres y los emigrantes). Cuando llega la crisis, las empresas ponen fin a esos contratos rápidamente antes de que estos trabajadores tengan derecho a una indemnización por despido. Esto explica no solo el elevado porcentaje de temporalidad entre los jóvenes, sino también la elevada y variable tasa de paro en España  en su conjunto.
El rígido mercado laboral español también tiene parte de culpa en lo que se refiere a los bajos ingresos de los jóvenes. Los mercados laborales de dos velocidades como el español están divididos en “privilegiados” muy protegidos (principalmente hombres nativos mayores) y “no privilegiados” (jóvenes, mujeres y emigrantes), que no tienen capacidad de negociación. Los “privilegiados” tienen la capacidad de negociación para resistir las presiones que pretenden limitar sus salarios o aumentar su productividad. Para las empresas, la situación plantea un serio dilema en los mercados competitivos, ya que se enfrentan a una subida de los salarios o a un estancamiento o declive de la productividad. Solo con los “no privilegiados” pueden las empresas recuperar parte de la diferencia entre salarios y productividad. De ahí que los salarios de los jóvenes se queden rezagados, incluso cuando su productividad puede ser mejor que la de algunos privilegiados.
Una segunda institución que hace difícil la situación de los jóvenes es la negociación colectiva. Los sindicatos españoles, financiados con fondos públicos, se muestran relativamente indiferentes ante “no privilegiados” como los jóvenes. Presionan para conseguir salarios más altos y una seguridad constante para los “privilegiados” y se resisten a las reformas que podrían ofrecer a los jóvenes un mejor acceso al trabajo y, al final, salarios más elevados.
Por último, los generosos subsidios por desempleo españoles aumentan los salarios del mercado. Puesto que la alternativa de no trabajar –cobrando el paro- es atractiva, las empresas deben pagar sueldos más altos para conservar a los trabajadores. Esta es una de las razones por las que los salarios siguieron subiendo rápidamente en España el año pasado, al mismo tiempo que se destruía un millón de puestos de trabajo. Unos salarios más altos son una barrera de entrada para los jóvenes sin experiencia, cuya productividad inicial es demasiado baja para justificar una paga más alta.
La dinámica puesta en marcha por todos estos factores hacen que el mercado laboral español sea especialmente difícil para los jóvenes. Si se sigue retrasando la reforma, los efectos combinados pueden evitar que España encuentre su nicho entre las actividades de alto valor añadido. Los sueldos bajos y el trabajo precario desaniman a los jóvenes a la hora de buscar licenciarse o incluso terminar la educación secundaria, ya que el beneficio que les cabe esperar recibir es muy pequeño. La falta de incentivos para una mayor productividad entre los trabajadores fijos y la falta de inversión en los jóvenes trabajadores temporales van a seguir suponiendo una carga para la productividad global de la economía. Es poco probable que se llegue a controlar la estructuralmente alta inflación de los sueldos incluso aunque los jóvenes estén mal pagados. Lo peor de todo es que la mayoría de los jóvenes pueden empezar a emigrar a mercados en los que sus perspectivas son mejores, provocando una “fuga de cerebros” que España mal puede permitirse. El resultado será una fuerza de trabajo menos cualificada, un crecimiento continuado lento de la productividad y un declive de la competitividad.
¿Qué se puede hacer? Es necesaria una reforma de gran alcance de los contratos de trabajo, de los subsidios de desempleo, de la negociación colectiva y de la educación y la formación. La resistencia política será fortísima. Sin embargo, la alternativa es la pérdida de una fuente de capital humano muy necesaria para España. En un país en el que los jóvenes de hoy van a afrontar la pesada carga de pagar las pensiones de sus padres, las generaciones mayores deben reconocer que les interesa aportar reformas que supongan que los jóvenes españoles se incorporen al mercado laboral en términos aceptables.

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